Te agarras fuerte a las desgastadas cuerdas. Miras de soslayo hacia abajo y te repites hacia dentro: No tengo vértigo, no tengo vértigo. Subí a la Torre Eiffel, subí al Teide! Y piensas en sitios altos en los que te sentiste a salvo aun sabiendo que no sirven en ese momento. Repites “no tengo vértigo”.
Miras de nuevo hacia abajo y en un descuido algo se te cae del bolsillo. Te quedas escuchando atentamente y no obtienes la respuesta del supuesto golpe que debería resonar al tocar el supuesto fondo. Mierda.
Miras al frente y continúas avanzando. Si caes hacia el lado que llevas el reloj será diferente que si caes hacia el lado contrario, pero ya no sabes ni cuál te convendría… De nuevo en el límite del bien y del mal (por no decir: cómo no?)
1 ocurrencia(s):
Puedo decir que nunca he tenido vértigo de literal (no de la sensación ante algo que me sobrepase, que en esa clase soy experta) y estoy orgullosa.
Pero me gustaría asomarme al último piso de un edificio enorme y sentirlo, sólo por una vez... seeeh
ackybers
Publica un comentari a l'entrada